Debido a una serie de factores que azotan hace décadas a nuestra economía tales como la inestabilidad macroeconómica, la falta de credibilidad en los programas de estabilización, el escaso desarrollo de los mercados financieros, y los períodos recurrentes de alta inflación (con episodios de hiperinflación), es imposible no analizar los efectos económicos de la coexistencia de monedas: una – el peso – que se utiliza como medio de cambio y unidad de cuenta (aunque ya de manera parcial) y otra – el dólar – que cumple la función de depósito de valor.
Por un lado, la demanda de saldos reales en pesos y dólares depende de los rendimientos esperados de cada moneda, lo que implica que el grado de sustitución entre monedas se incrementa cuando el tipo de cambio es flexible, debido a que bajo ese régimen el riesgo cambiario es mayor, y por lo tanto, también el de mantenerse en pesos.
Por otra parte, el bimonetarismo tiene implicaciones en el diseño de política monetaria:
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La coexistencia de monedas afecta la estabilidad de la demanda de dinero, debido a que la inestabilidad en la demanda de pesos se origina en los cambios de expectativas de devaluación o depreciación de la moneda o de la tasa de interés internacional, por lo tanto, en este contexto no es adecuado implementar un régimen de ancla monetaria, tal como el (que parece ser, pero no) adoptó el BCRA en octubre de 2018.
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Las metas monetarias implementadas con el fin de contener la inflación sólo son efectivas bajo sistemas de tipo de cambio flexible y con ausencia de dominancia fiscal. Esto tampoco parece estar llevándose a cabo, menos aún a partir del 15 de abril, que el Tesoro comenzará a subastar USD 60 M por día.
Además, en una economía bimonetaria, el banco central reduce su habilidad de actuar como prestamista de última instancia. La autoridad monetaria pierde grados de libertad ante un episodio de sudden – stop, debido a que una parte importante de dinero y activos financieros se encuentran denominados en dólares.
Asimismo, dada la coexistencia de monedas se introduce un trade – off endógeno entre la estabilización de la producción y la inflación. Sin embargo, la gestión de Cambiemos parece estar demoliendo teoría económica, dado que no han logrado controlar una variable sacrificando la otra: la inflación continúa acelerándose y la actividad cayendo en picada.
Desde el punto de vista del nivel de actividad, dado el alto grado de dolarización de la economía, una devaluación o depreciación de la moneda (como la de 2018 o la que estamos viviendo estos días) deteriora los saldos reales y los balances de las empresas y los bancos, generando efectos reales contractivos (el año pasado el PBI cayó un 2,5% i.a., y el REM – BCRA estima que 2019 cerrará con un rojo en torno al 1,1%).
En tanto, considerando el efecto inflacionario, la velocidad de ajuste de las variables macroeconómicas es más rápida. Un alto nivel de sustitución de monedas incrementa la frecuencia en la que los precios y los salarios deben ser revisados ante shocks (internos o externos) que impacten en el tipo de cambio nominal. De esta forma, vemos que los contratos se indexan cada vez a plazos más cortos y existe una total incertidumbre sobre los márgenes de actualización: nadie quiere perder dinero, pero tampoco el negocio o el empleo.
Al mismo tiempo, la existencia de sustitución monetaria incrementa la elasticidad de la demanda de dinero respecto de la inflación esperada: un aumento en las expectativas inflacionarias (que se ubican en el REM – BCRA alrededor del 35% para 2019) provoca un alza en la demanda de dólares, generando al gobierno una pérdida de señoreaje, debiendo acrecentar éste el impuesto inflacionario.
Si bien el tema es muy amplio, y deben considerarse cuestiones adicionales como el diseño de base de política y la incertidumbre electoral, la intención fue analizar brevemente como el sistema de cobertura que hemos construido para evitar la licuación de nuestros ingresos / riqueza a través de la dolarización, termina convirtiéndose en un arma de doble filo a la hora de tener que estabilizar la economía.
Publicado en República Económica el 28/3/2019