Acuerdos de precios, el “trilema” y un BCRA atado de pies y manos

A partir del pésimo dato la inflación de marzo (+4,7% mensual y +54,7% interanual), el gobierno decidió dar un (nuevo) fuerte viraje hacia una política económica, la cual (nuevamente) tiene como objetivo estabilizar la macroeconomía desde una perspectiva absolutamente heterodoxa (rozando lo populista), sustentable cuanto mucho, hasta los comicios presidenciales.

En este contexto, los anuncios en materia de controles de precios y de política monetaria dejan al gobierno limitado en su campo de acción, y agregando presión a una olla de que, cuando se destape, empujará a la economía más cerca del colapso.

Por un lado, el acuerdo de precios (que consiste en congelar el precio de 64 productos básicos), busca recuperar los salarios reales durante los próximos meses. Sin embargo el efecto será marginal, cuando no nulo, ya que estos productos representan el 1,4% de la canasta de consumo, sumado a que será casi imposible conseguir los bienes de “la lista” (debido a la menor oferta y la mayor demanda).

No se entiende como desde el gobierno continúan repitiendo errores del pasado reciente. Estos planes nunca en la historia han tenido éxito en el mediano-largo plazo, ¿Por qué debería esta vez ser diferente?

En este aspecto, la debilidad del plan se pone de manifiesto, cuando anticipándose a la medida, ya se han remarcado algunos precios, como era de esperarse. De cualquier manera, este tipo de controles de precios, es un ataque al síntoma y no al problema de fondo: la espiral inflacionaria se acelera producto de la caída de la demanda de dinero por la fuerte desconfianza del público, al gobierno en general, y, en particular, al banco central.

Encadenado con lo anterior, la autoridad monetaria continúa con el sistemático cambio de esquemas, que tan solo arroja más incertidumbre y acentúa día a día la pérdida de credibilidad.

En concreto, con el anuncio del congelamiento de la banda cambiaria, se vuelve a dejar atrás, de facto, el esquema de “emisión 0”. Esto es así, dado que de alcanzarse alguna de las bandas, el BCRA deberá emitir o sacar pesos de circulación, no pudiendo controlar directamente la cantidad de dinero.

En este marco, reaparece el “trilema” de la política monetaria, que originalmente planteó Roberto Mundell en la década del 60´, donde con libre movilidad de capitales, y un tipo de cambio fijo (o semi fijo), la autonomía de la política monetaria es prácticamente nula.

De tal forma, de alcanzar el techo de la banda, cosa que parece muy probable en el corto plazo, (tras el “jueves negro”, el lunes subió un 1,4% respecto a la última jornada a pesar de la subasta del Tesoro) el objetivo de política de fijar el tipo de cambio, dejará sin oportunidad de maniobra al BCRA, para atender cualquier otro tipo de vicisitud.

Sumado a esta situación, hay que tener en cuenta que ya en 2018, entre abril y junio las reservas en dólares cayeron en torno al 25%, alrededor de 20.000 millones de dólares, lo que de suceder nuevamente, dejaría las reservas de libre disponibilidad del BCRA muy próximas a cero, con lo que también se perdería la única herramienta de mantener el tipo de cambio bajo control.

Consecuentemente, vistas las nuevas medidas de política económica, el gobierno reduce su margen de acción, y ata la suerte del desempeño económico al humor de mercado, en virtud de lograr éxito en las próximas elecciones, mostrando de nuevo la presencia del ciclo político en las fluctuaciones de la macroeconomía.

Coautora con Leandro Moro

Publicado el 23/4/2019 en República Económica https://www.republicaeconomica.com/single-post/2019/04/23/Acuerdos-de-precios-el-%E2%80%9Ctrilema%E2%80%9D-y-un-BCRA-atado-de-pies-y-manos?fbclid=IwAR0rKHvbDHa6GfwnkHmMgIz4jCVzBnUjRplsd5q3DU5xX-tJm9YpOzGW9IA

El peso cada vez vale menos (y no por el dólar)

El dinero solo tiene valor por aquellas cosas que podemos adquirir con él. Los movimientos de precios del mercado de bienes, por lo tanto, dependen de lo que ocurra en el mercado de dinero

Para analizar la central importancia del mercado de dinero, tenemos que analizar muy brevemente cómo llegamos al sistema monetario actual, basado en el dinero fiduciario.

El 15 de agosto de 1971 Richard Nixon rompió de manera unilateral el acuerdo de Bretton Woods. De esta manera, los Estados Unidos abandonaron el patrón oro, volviendo inconvertible el dólar en oro. A partir de ese momento, el dinero sólo “vale” por la confianza que el público tiene en el emisor (Banco Central).

¿De qué depende esa confianza? Del manejo de política económica (principalmente monetaria) por parte del Banco Central, quien controla la oferta de dinero. De esta forma, en la medida que la oferta monetaria sea consistente con la demanda de dinero por parte del público, el nivel de precios se mantendrá estable.

El problema aparece cuando la política económica deja de ser consistente y creíble, y la autoridad monetaria empieza a emitir dinero por encima de la demanda, en muchas ocasiones ligado a desequilibrios fiscales.  Si bien, durante los primeros períodos se puede “engañar” al público,  dado que este tiene expectativas racionales, internaliza el comportamiento del banco central y comienza a repudiar a la moneda, en nuestro caso, el peso.

Por lo tanto, cuando el Banco Central emite más dinero que el que la gente quiere demandar, existe un exceso de oferta (tanto por una sobre emisión como por una caída de la demanda monetaria), que lo lleva a perder su valor: no es que las cosas que queremos comprar cada vez valen más, sino que el peso vale cada vez menos.

Adicionalmente, nuestro país tiene una dudosa reputación en el manejo monetario: en nuestro haber hay largos períodos de alta inflación, con episodios de hiperinflación, todo esto combinado con numerosas crisis cambiarias, financieras, confiscación de depósitos, y muchas más…. un cocktail explosivo.

 Las promesas incumplidas nos llevan a querer mantener, al menos de manera parcial, el poder de compra del dinero. Recién aquí aparece el dólar, como moneda de cobertura. Pero el dólar no es el problema de la pérdida del valor del peso, sino un mecanismo que hallamos para evitar mayores pérdidas.

Es por eso que en escenarios de alta inflación se potencia la sustitución de monedas, cumpliéndose la Ley de Gresham, la cual plantea que el público ahorra en moneda fuerte o “buena” (el dólar) y no la utiliza como medio de pago, porque para eso está la “moneda mala” (el peso),  siempre y cuando el tipo de cambio se encuentre bajo algún tipo de control gubernamental.

Entonces, a modo de cierre, no es que los bienes cada vez valen más porque los privados son los malos de la película (si bien existen algunos casos de abusos aprovechando la caótica situación). Si la suba del nivel de precios se da de manera generalizada y sostenida, sin lugar a dudas esta tiene su origen en un desequilibrio del mercado de dinero. Como dice el Milton Friedman, “la inflación es en todo momento y lugar un fenómeno monetario».

Publicado en Diagonales.com en 1/4/2019

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