¿Qué clase de justicia social es esta?

Por Eliana Scialabba

La “justicia social” atenta contra la libertad y nos hace cada vez más pobres

La igualdad (mal llamada “justicia social”), analizada desde la filosofía política, nos hace cada vez menos libres, quitándonos incentivos para el progreso: como consecuencia, esto tiende a nivelar hacia abajo y nos hace cada vez más pobres en términos agregados.  

El PBI por habitante de nuestro país viene cayendo año tras año, tanto en términos absolutos como relativos. En 1895 y 1896 nos ubicamos en el primer lugar mundial del PBI per cápita, y, en promedio, entre 1880 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, Argentina se mantuvo entre los primeros seis países con mayor nivel de ingreso por habitante.

Si bien la situación empeoró los siguientes años, el gran declive de ingresos en términos de nivel y de posiciones relativas comenzó en 1948 (revirtiéndose sólo durante la década de 1990) y hoy en día nos encontramos por debajo del puesto 70 a nivel mundial (comparado con 166 países).

Para explicar en parte como llegamos hasta aquí, vamos a referenciar las ideas de Robert Nozick, quien se inspiró en la filosofía política de John Locke, pretendiendo ofrecer una justificación moral del liberalismo y del Estado mínimo.

Brevemente, el autor se posiciona en contra de la teoría de John Rawls del liberalismo social o igualitario, en la cual debe haber un Estado fuerte, ya que toda persona tiene derecho a las libertades básicas, y las desigualdades sociales y económicas tienen que ser solventadas de forma que se beneficien los menos beneficiados y se genere una igualdad de oportunidades; y plantea que el Estado mínimo debe proteger a las personas contra el robo, el fraude y el uso ilegítimo de la fuerza, y a respaldar el cumplimiento de los contratos que celebran los individuos en su mundo social, al tiempo que defiende el derecho a la vida, la libertad y la propiedad.

Asimismo, Nozick considera la existencia de arbitrariedad en un Estado que “redistribuye” riquezas que no le pertenecen a él, sino a sus dueños. Entonces, el que Estado “paternalista” en realidad no redistribuye, sino que usa el dinero unos para darles a otros, lo que estaría violando la neutralidad que el Estado debería tener para con sus ciudadanos.

¿Cómo entra este análisis en nuestra situación económico – social? Claramente vemos un quiebre en nuestro desempeño económico desde que Argentina viró desde un modelo de corte más liberal, abierto al mundo; a un Estado paternalista y proteccionista, totalmente ineficiente.

Este cambio en las reglas institucionales generó una modificación de los incentivos: numerosas  personas consideran que el aumento del tamaño del Estado, con la presión que mantener eso ejerce sobre sus bolsillos, sienten desincentivos a capacitarse, emprender y avanzar y escalar en la sociedad; mientras que otro grupo de personas se ha acostumbrado a vivir del Estado, lo que hace que el incentivo a ganarse la vida sea nulo.

Muestra de esto podemos citar algunos pocos datos, a fin de dar cuenta que no es posible la solución que propone el Estado bajo la bandera de la “justicia social”: desde el año 2004 a febrero de este año los beneficiarios de seguros de desempleo han pasado de 60.000 a casi 124.000 (+107%), hay 4.282.302 beneficiarios de AUH (+30% desde 2013) y este año se han sumado 8.857.063 beneficiarios del IFE. Mientras tanto, más de un tercio de la población (35,5% de las personas) siguen siendo pobres, datos similares a los previos de la implementación de todo este asistencialismo financiado por los bolsillos de los contribuyentes. Un rotundo fracaso del Estado, una enorme necesidad de volver al mercado.

Además, analizando el contexto social reciente podemos ver también en términos cualitativos  la “mala” asignación de incentivos estatales: por un lado, hace unas semanas ha explotado una protesta policial contra la política de seguridad bonaerense; sumado a esto, en el mismo territorio se está llevando adelante la usurpación de tierras (justificada por algunos dirigentes como un derecho), y hay un fuerte rebrote de la delincuencia debido a la liberación masiva de presos. Por otra parte, los políticos no han tocado un peso de sus bolsillos mientras hay miles de argentinos que no pueden trabajar porque no son considerados “esenciales”; los alumnos siguen sin poder volver a clases, siendo que el conocimiento es la principal fuente de “igualación hacia arriba” que se le puede dar a los jóvenes y niños, sumado a que es lo que genera un incremento de la riqueza en el largo plazo, por lo que la educación debería ser considerada un servicio esencial (pero desde el gobierno consideran “más” esencial la TV, el cable y el teléfono). 

“Qué justicia social es la que no puede garantizar el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada?”

Entonces, ¿cuál es la “justicia social” con la que se llena la boca el gobierno? No es capaz de garantizar el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. No es capaz de darles a los jóvenes de hoy posibilidades para formarse y sacar el país adelante como hicieron nuestros abuelos, quienes consideraban, y nos formaban aun sin saberlo, pensando en la movilidad social ascendente de la educación y el esfuerzo.

En un escenario como el actual, los desincentivos que genera la igualdad por sobre la libertad genera que se “achique la torta”: cada vez hay menos personas que producen, para mantener a cada vez más personas improductivas. Parece ser que no está muy claro que antes de repartir hay que generar, no se puede distribuir lo que no se tiene, y al paso que vamos, la torta se seguirá achicando a pasos agigantados, y cada día nos tocará una porción más chica de ella.

Ya decía Milton Friedman: “Una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas.”. En lo que tenemos que centrarnos para volver a comenzar a recuperar el terreno perdido es en la gestión justa de los individuos es en la garantía de su libertad y su propiedad.

Publicado en Visión Liberal el 21 de septiembre de 2020

Súper-cepo: cada día más cerca de la hiperinflación

Por Eliana Scialabba Hace varios meses se observa que la dinámica monetaria tendrá un fuerte impacto sobre la inflación futura. Sin embargo, la incipiente crisis política y el «súper-cepo» nos llevan cada día más cerca al borde del abismo.

La dolarización de carteras no para y, en este contexto, el Banco Central agregó un nuevo recargo sobre el dólar «solidario»: además del 30% del impuesto PAIS, ahora se deberá adicionar un 35% extra con Anticipo de Impuesto a las Ganancias y se deberán descontar del cupo mensual de 200 dólares los gastos realizados con tarjeta de crédito. Desde el gobierno estiman que con esta medida evitarán una hiperinflación, pero la devaluación encubierta es un tiro por la culata, ya que genera el efecto contrario, acelerando la probabilidad del tan temido escenario.

Tras la publicación de la Resolución General 4815/2020 en el Boletín Oficial, la cotización del dólar oficial se ubicó este miércoles en torno a los $132 (dependiendo de la entidad), presionando a la suba a las restantes cotizaciones de los dólares paralelos.

A diferencia de otros bienes, la demanda de dólares en Argentina se incrementa junto con el precio, ya que nuestra moneda ha perdido totalmente sus funciones. A pesar de las numerosas y fracasadas intervenciones del BCRA, el apetito del argentino por el dólar es infinito ¿A qué obedece este fenómeno? A años de un mala dinámica monetaria.

Tal como decía Milton Friedman, «La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario». Analizando los datos monetarios desde que asumió Alberto Fernández, no sólo se aceleró el crecimiento neto de la base monetaria (+34% desde diciembre, pasando de $1.734.073 millones a $2.333.988 millones), sino que casi la totalidad del crecimiento de la expansión monetaria se explica por financiamiento del déficit fiscal (Adelantos Transitorios y Transferencias de Utilidades). En tanto, desde el comienzo de la pandemia, la suba neta del pasivo monetario del BCRA fue del 20%, lo que muestra la creciente necesidad de recursos por parte del Tesoro.

Por otra parte, examinando detalladamente el pasivo del Banco Central, observamos que los pasivos remunerados, las Leliqs y los Pases Netos, se incrementaron un 124,3% desde diciembre de 2019 y un 98% desde el inicio de la pandemia, pasando de $1.160.412 millones a $2.602.486 millones acumulados al 15 de septiembre. En otras palabras, la deuda del Banco Central generando intereses con los bancos es superior a la base monetaria. Esto nos lleva a pensar en un escenario complejo para los próximos meses.

La dinámica expansiva de los pasivos remunerados aumenta la probabilidad de ocurrencia de un episodio hiperinflacionario. Si toda esta oferta potencial de pesos tuviera demanda, es decir gente dispuesta a quedarse con los pesos en el bolsillo, no sería problema. Sin embargo la demanda de dinero se encuentra en mínimos (M2 privado/PBI es del 9%, cuando hay llegado a estar 5 puntos por encima y el promedio de los últimos 15 años es de 12%).

Si aún no hemos observado el escenario de fuerte aceleración inflacionaria es por el rezago de la política monetaria respecto a la inflación y el contexto de estancamiento (y por lo tanto de escasa demanda de dinero).

Este fue el contexto en el que llegó el «súper-cepo». Si bien la estabilidad cambiaria funcionaba como un «ancla nominal» (junto a otros precios controlados), el 35% adicional es como una devaluación encubierta, lo que pone una presión adicional sobre los precios.

Entonces, sumando crecimiento de base monetaria para financiar déficit fiscal esterilizado con enormes volúmenes de pasivos remunerados, y ahora el salto cambiario, todo parece ser un caldo de cultivo para una hiperinflación.

Nos falta un tercer elemento, que podría ser el desencadenante final: por lo general, la suma de lo resumido en el párrafo anterior, suele generar conflictos políticos, los cuales pueden derivar en crisis, que aceleren la llegada al escenario en el que la licuación sea total. Hemos observado durante las últimas semanas varios problemas institucionales en los tres poderes del Estado, y las tensiones del oficialismo hacia el interior como para con la oposición, son moneda corriente.

El mensaje es claro, no hay plan económico. No hay rumbo, y cada medida adicional es un manotazo de ahogado que empeora nuestras perspectivas.

Están dadas todas las condiciones para que el transcurso de los próximos meses se presente una hiperinflación. Esperamos que así no sea, pero los elementos que dan lugar a ella ya han sido convalidados por parte del gobierno: hasta ayer el dólar «atado» era una válvula de escape, la cual también ha sido sacrificada. 

Publicado en La Política Online el 16/09/2020

https://www.lapoliticaonline.com/nota/eliana-scialabba-v/