Inflación: el gobierno, perdido en el laberinto de la dominancia fiscal

Eliana Scialabba y Jeremías Morlandi

“No pienso que sea una exageración decir que la historia
 es por mucho una historia de la inflación,
por lo general las inflaciones diseñadas por gobiernos
para beneficio de los gobiernos”.

Friedrich A. Von Hayek


1. INTRODUCCION

La inflación no deja de acelerarse mes a mes. En febrero la variación del nivel general de precios fue de 4.7% respecto a enero, y 52.3% respecto al mismo mes del año anterior. De esta forma, acumula 8.8% en los dos primeros meses del año. Aunque lo más preocupante es el rubro alimentos y bebidas, que se incrementó un 7.5% en febrero, acumula una suba del 12.8% en lo que va de 2022, y representa entre el 25% y 35% del gasto de los hogares, según la región.

Si bien desde el Ejecutivo tratan de poner un parche sobre otro, el problema se agrava cada vez más debido a que tal el problema no surge de la “especulación” de los empresarios, los grupos concentrados y “antipatria” y demás enemigos imaginarios que sostienen los economistas oficialistas en su discurso, sino que, tal como planteamos en CEEAXXI (2020), “los crónicos déficits fiscales a los que se encuentra sometida argentina nos ha llevado a alternar entre financiamiento vía endeudamiento o emisión monetaria. Ambas no han permitido sortear el problema de las altas tasas de inflación, las cuales generan mayor incertidumbre a nivel de políticas económicas”[1].

De esta forma, dada la dinámica fiscal de Argentina, cuando se “libera” (al menos parcialmente) al banco central (BCRA) del financiamiento monetario del déficit, el país debe incrementar su stock de deuda, dando lugar a la “aritmética desagradable”, concepto acuñado por Sargent y Wallace (1981)[2], quienes plantean que sin ajuste fiscal se puede tener un menor nivel de inflación en el período actual aumentando el endeudamiento, pero éste nivel de inflación se incrementará en el siguiente, porque cuando no haya posibilidad de seguir tomando deuda, el BCRA deberá volver al escenario de “dominancia fiscal”, cediendo sus funciones y convirtiéndose en un organismo emisor de billetes y monedas que compensen las necesidades financieras del Tesoro Nacional.

Asimismo, es importante recordar que Argentina ensayó un retorno a un escenario de dominancia monetaria durante los últimos meses del 2018 y hasta agosto del 2019, cuando el BCRA dispuso que la base monetaria no aumentaría y que cesarían los Adelantos Transitorios al Tesoro. Este programa, que el gobierno cumplió de forma satisfactoria logrando una desaceleración en los aumentos de precios, culminó tras las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 2019, desanclando las expectativas de los agentes y ocasionando que la inflación comenzara un nuevo período ascendente.

En este contexto, en el presente informe analizamos la dinámica del mercado de dinero durante el gobierno de Alberto Fernández en un escenario de “dominancia fiscal”. Por un lado, estudiamos la evolución de la base monetaria neta de esterilización (que refleja el dinero en circulación), enfocándonos en la emisión realizada con objeto de operar con el Tesoro Nacional, como también su stock y su tasa de crecimiento, mientras que por otra parte analizamos la evolución de los pasivos remunerados del BCRA (déficit cuasifiscal) que actúan como instrumento de “contención” de la inflación. Por último, calculamos la relación existente entre la base monetaria y los pasivos remunerados, a fin de mostrar como cada vez existe más deuda del BCRA por cada peso emitido. Esto se traduce en una presa de contención a punta de estallar, en la medida que el ratio se vaya incrementando, y la inflación continúe su tendencia alcista.

2. EMISION MONETARIA Y ESTERILIZACION DESDE DICIEMBRE DE 2019

Dentro de los factores de variación de la base monetaria, se cuentan con tres grandes sectores con los que el BCRA realiza operaciones: con el Tesoro Nacional, que analizamos en este informe; con el resto del mundo, que implica la compra o venta de divisas en poder de la autoridad monetaria (reservas internacionales) y con las instituciones financieras.

De acuerdo con la tabla precedente, se observa que parte importante de la expansión monetaria del BCRA se explica por el incremento de operaciones con el Tesoro Nacional en concepto de Adelantos Transitorios, Transferencias de Utilidades y Resto. Si bien parecen conceptos distintos, en su génesis todos se tratan de monetización del déficit fiscal.

No obstante, existe una limitación para el otorgamiento de Adelantos Transitorios al BCRA, según la Carta Orgánica del BCRA[3] y sus modificaciones[4], en la que según el artículo 11: “El banco podrá hacer adelantos transitorios al Gobierno nacional hasta una cantidad equivalente al 12% de la base monetaria (…) Podrá, además, otorgar adelantos hasta una cantidad que no supere el 10% de los recursos en efectivo que el Gobierno nacional haya obtenido en los últimos doce meses (…) Deberán ser reembolsados dentro de los doce meses de efectuados. Si cualquiera de estos adelantos quedase impago después de vencido aquel plazo, no podrá volver a usarse esta facultad hasta que las cantidades adeudadas hayan sido reintegradas (…).

De esta forma, durante los primeros trimestres se da una fuerte expansión de la monetización a través de Adelantos Transitorios, que luego deben contraerse para “cerrar contablemente”, dando lugar a la Transferencia de Utilidades, que es un concepto también contable, e implica que las ganancias / pérdidas derivadas de la suba / baja de la cotización del tipo de cambio oficial deben ser transferidas al Tesoro Nacional. En tanto, en Resto, se ubica todo lo que queda exceptuado de estas dos operaciones.

Esta expansión monetaria por encima de las necesidades del mercado real (con una economía estancada y una demanda de dinero que hasta se contrae en términos reales, a pesar de la alta nominalidad) obliga al BCRA a sacar de circulación, al menos parcialmente, el excedente de dinero emitido. En el siguiente gráfico se muestra que no sólo se incrementó un 112% la base monetaria entre diciembre de 2019 y febrero de 2022, sino que la dinámica de los pasivos remunerados (Pases Netos y Leliqs) fue mucho más explosiva (+312%), generando presiones adicionales no solo sobre la variación del nivel general de precios, sino también sobre la inflación reprimida.

Por lo tanto, cuando asumió Alberto Fernández el stock de base monetaria totalizaba $1.734.073 millones, mientras que los pasivos remunerados del BCRA alcanzaban los $1.160.412 millones. Han pasado más de dos años, y la dinámica ha sido cada vez menos sostenible, ya que en febrero de 2022 el stock de base monetaria alcanzó los $3.672.002 millones y el de pasivos remunerados los $4.777.419 millones.

De esta manera, según se muestra en el gráfico, en diciembre de 2019 el ratio pasivos remunerados / base monetaria (para saber la relación entre la cantidad de dinero en circulación y reservas bancarias y la deuda del BCRA) era de 0.67, lo que implicaba que por cada $1 había $0,67 de deuda del central, mientras que a febrero de este año este ratio llegó a $1 por $1,30 de pasivos remunerados, duplicándose la deuda cuasifiscal por peso emitido.

3. ESCENARIO FISCAL

Es importante entender que es el desequilibrio fiscal lo que lleva al escenario monetario descripto. Cualquier plan que hubiera tenido el equipo económico respecto al rumbo de la situación fiscal y monetaria del país se vio shockeado, al igual que todos los países del mundo, por la pandemia del Covid-19, originada en Wuhan, China, a finales del 2019.

La actividad económica, que no presentaba valores positivos desde julio 2019, se desplomo en los meses siguientes. Con el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) que entró en vigencia en Argentina el 20 de marzo del 2020, se redujo el consumo y muchos rubros permanecieron con trabajo nulo o muy escaso. En el mes de marzo, el EMAE marcó una contracción del 11,5% interanual; en abril, cayó 26,4% interanual y en mayo, 20,6% interanual. Recién en septiembre los valores de caída fueron menores al 10%, aunque a partir de mayo empezaron a verse recuperaciones en los niveles desestacionalizados.

Este desplome de la actividad tuvo su correlato en una caída de ingresos por parte del Estado, cuya recaudación impositiva tuvo, en el mes de abril, una caída real de más de 37 puntos; en mayo, de 22 puntos; y en junio de 16 puntos. Recién en septiembre se volverían a ver incrementos reales positivos. La caída final terminaría siendo del 10,3% para todo el 2020.

Como contrapartida, el gobierno comenzó una extensa campaña de subsidios para contrarrestar los efectos del ASPO que había impuesto, aunque sin reducir el gasto estatal existente para redireccionar los fondos. En concreto, desde el mes de abril y en los meses siguientes, se evidenciaron aumentos interanuales de los gastos corrientes de entre el 60% y el 97%. Así las cosas, el resultado primario, que había registrado un déficit del 0,96% del PBI en 2019 ($208.766 millones), se disparó hasta un déficit del 6,5% del PBI ($1,7 billones).

Al iniciar el año 2021, el Gobierno decidió que algunas ayudas sociales que habían comenzado durante la pandemia, concretamente el Ingreso Familiar de Emergencia y el Programa ATP para empresas, no serían continuados. El argumento que se encontró fue el hecho de que la economía venía mostrando una recuperación heterogénea, y con esto había que atender la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales y disminuir las transferencias del BCRA al Tesoro.

A pesar de esta concepción, las cuentas fiscales continuaron en rojo en la mayor parte de los meses de 2021. Solamente en los meses de enero, mayo y septiembre el Sector Público Nacional (SPN) mostró resultados primarios superavitarios. El mes de mayo logra superávit a través del impacto del Impuesto Solidario que comenzó a regir a partir del 2021 y, en particular, al mes de septiembre se le suma el ingreso de los Derechos Especiales de Giro (DEG), enviados por el FMI para amortiguar los efectos de la pandemia, que iba a utilizarse, en principio, para cancelar obligaciones con organismos internacionales, pero, tras la derrota en las elecciones PASO 2021, el Gobierno optó por volcarla a incrementar el gasto corriente.

El gráfico anterior ilustra la evolución del resultado primario del SPN, las transferencias al Tesoro y los Gastos Corrientes Primarios. Estos últimos, comenzaron el año 2021 totalizando 581.687 millones de pesos y para el mes de junio, pre-elecciones, ya habían llegado a más de $900.000 millones. Hubo una merma en julio y agosto, descendiendo a poco más de 850 mil millones de pesos, pero en septiembre repuntaron nuevamente para superar los 1,2 billones de pesos en diciembre. En el primer bimestre del 2022 se encuentran por encima de los $900.000 millones.

4. CONTEXTO INFLACIONARIO

Con respecto a los números de inflación en el período analizado, había avanzado al 4,3% en diciembre de 2019, pero fue descendiendo conforme avanzaba el aislamiento hasta posicionarse en alrededor del 2%. Luego comenzó su escalada y terminó en 4% el año 2020 para posteriormente descender al 3,5% mensual a mediados del 2021 y volver a incrementarse hasta tocar 4,7% en febrero del 2022.

¿Hemos visto todo? Cabe preguntarse por qué el pasaje de dominancia monetaria a dominancia fiscal, junto con los incrementos de base monetaria y pasivos remunerados, todavía no se trasladó a inflación de forma más fuerte y acelerada.

En torno a este punto, se destacan algunas cuestiones. En primer lugar, sí hubo incremento en los precios. Si bien en Argentina se ha normalizado tener inflaciones en torno al 2% mensual, la realidad es que dista mucho de los escenarios macroeconómicos de la mayoría de los países del mundo. Sumado a esto, la pregunta enfatiza la palabra todavía, dado que, no se descarta que toda esa masa de dinero volcada a la economía pueda tener efectos más severos sobre los precios en el futuro.

Más allá de este punto, en este trabajo (como ya debería hacerse universalmente) se toma como válida la Teoría Cuantitativa del Dinero, que establece que M ∗ V = P ∗ Q. En este modelo, se asume que la velocidad de circulación del dinero (V) y las cantidades producidas o el ingreso (Q o Y) son constantes. Por lo tanto, M = P. Es decir, las variaciones en la cantidad de dinero se trasladarán a variaciones en el precio.

Sin embargo, en el período que estamos analizando, ni V ni Q se han mantenido constantes en el corto plazo. Las restricciones a la circulación que imperaron durante 2020 y en algunos momentos del 2021, hicieron que la circulación del dinero se viera reducida y, aunque no es el punto de este trabajo analizar en qué cuantía, gran parte del país estuvo en aislamiento, sin poder circular, a pesar de que los medios electrónicos de pago pudieron haber contribuido a un menor descenso en la circulación. Por otro lado, la producción tampoco se mantuvo constante en el corto plazo. Se produjo un fuerte derrumbe en el segundo y tercer trimestre del año 2020, tras lo cual, conforme la circulación volvía a los niveles normales, también la producción comenzaba una recuperación. Estos dos factores, a juicio de esta tesis, provocaron un menor impacto en los precios evidenciado hasta el momento de finalización del período.

En segundo lugar, se puede indicar que existen otros factores que frenan, aunque transitoriamente, el impacto de la emisión en los precios. Está claro que los controles de precios y tarifas no sirven, dado que existe evidencia acerca de la incompetencia de estas medidas. No obstante, en el corto plazo, como también se evidenció en el año 2007, pueden tener un impacto de freno en la inflación, aun a sabiendas que, en el mediano plazo, habrá necesidad de levantarlos o de caer en el desabastecimiento, con lo cual se corregirán los precios al alza.

En tercer lugar, los controles en el mercado único y libre de cambios, también transitoriamente, colaboran en este sentido. Las barreras, cada vez más fuertes, que han impuesto el BCRA y la Comisión Nacional de Valores (CNV) para acceder al mercado de divisas han generado que los ahorristas mantengan, aun en tasa real negativa, inversiones en pesos. Dichos depósitos se trasladan luego a los mecanismos de esterilización. Al respecto de este punto, no debe descartarse que, de producirse una crisis política severa, dichas inversiones se trasladen a mecanismos de dolarización (juzgados por el mismo BCRA como ¨ilegales”), y que la autoridad monetaria no tenga otra alternativa más que cancelar contra emisión monetaria dichos pasivos.

Se podría, incluso, recurrir a un análisis contra fáctico. ¿Qué hubiera ocurrido si la pandemia no hubiera existido? Por un lado, no hubiese habido reducción de la circulación de dinero. Como contrapartida, se puede indicar que, si bien es cierto que no está claro que hubiera existido una suba tan fuerte del gasto público, se debe tener en cuenta que los mercados internacionales de deuda se encontraban cerrados desde 2018. Con un gobierno de perfil poco amigable para el mercado y sin planes de reducción del gasto público, aún con el acuerdo con los bonistas privados, no hubiese habido margen para la financiación del déficit con deuda, por lo que el BCRA debería haber continuado con su monetización. Sumado a esto, los dos ingresos extraordinarios que permitieron cuentas fiscales más ordenadas en 2021 no hubieran existido tampoco. El FMI no hubiese enviado más DEG ni tampoco hubiera habido margen para crear un impuesto extraordinario.

5. CONSIDERACIONES FINALES

Analizando los datos presentados es imposible seguir negando que la inflación es un fenómeno monetario, aunque desde que el dinero se imprime y este exceso de oferta se traslada a los precios puedan pasar entre 12 y 18 meses, según la evidencia empírica al respecto.

No obstante, como se ha analizado en el trabajo, este impacto sobre la tasa de variación del nivel general de precios se debe a que la expansión de la oferta de dinero no va acompañada por un alza en la demanda monetaria, ya que solo obedece a las necesidades de recursos del Tesoro Nacional. Muestra de eso, observamos que los meses donde más crecen el gasto y el déficit primario, coinciden con los meses donde más se incrementan las transferencias al gobierno por parte del BCRA.

Además, es importante destacar, que cuando en lugar de operar con el sector público, el BCRA realiza operaciones con el sector externo o instituciones financieras, estas incrementan el activo realizable del ente emisor, ya sea a través del incremento de las  Reservas Internacionales o el Crédito Interno a favor del BCRA, mientras que los Adelantos Transitorios sólo aumentan el activo, pero este es irrealizable, debido a que en “dominancia fiscal” la autoridad monetaria pierde su independencia y autarquía, y se convierte en un apéndice del Tesoro Nacional, contra el que no puede ejecutar su deuda. En el único momento de la historia donde no hubo inflación desde la creación del BCRA fue durante la vigencia del Plan de Convertibilidad, ya que además del tipo de cambio fijo, una de sus principales anclas cambiarias era la prohibición de la monetización del déficit fiscal.

Si bien desde el gobierno todos los días dicen estar luchando por la inflación, los parches cada vez duran menos, y la acumulación de décadas de políticas fiscales inconsistentes llevadas a cabo en el país, es lo que nos hace cada vez más pobres en términos de poder adquisitivo. Tenemos un desafío por delante, y es imponer en la sociedad que la inflación no es una suba de los precios de los bienes y servicios, sino que es una pérdida del valor del dinero, que es un bien que opera bajo las mismas leyes de oferta y demanda como cualquier otro.


[1] CEEAXXI y ESDePF, (2020), “Un plan de gobierno para transformar Argentina”. 1era edición E-book. Editorial Tempus Fugit ISBN 979-997-86-9472-6

[2] Sargent, T., & Wallace, N., (1981), Some Unpleasant Monetarist Arithmetic. Federal Reserve Bank of Minneapolis Quarterly Review.

[3] BCRA (2012), Carta Orgánica, Ley 24.144 http://www.bcra.gov.ar/pdfs/bcra/cartaorganica2012.pdf

[4] BCRA (2012), Modificación de la Carta Orgánica, Ley 26.739 http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/195621/norma.htm

¿Qué “armamentos” y “municiones” debería llevar Argentina a la “guerra” contra la inflación?

¿Cómo debería ir Argentina a la “guerra” contra la inflación?

“Y hubo gran hambre en Samaria. La sitiaron de tal modo que la
cabeza de un asno se vendía por ochenta siclos (912 gramos) de
 plata, y medio litro de estiércol de paloma por cinco siclos de plata”.
2 Reyes 6:25

Una de las primeras referencias históricas que encontramos documentadas sobre la inflación es en el Segundo Libro de Reyes del Antiguo Testamento. Ahí cuenta la historia que esta sucedió sobre Samaria en tiempos del profeta Eliseo, debido a que el rey de Siria sitió la ciudad por varios años lo que produjo hambre y escasez de alimentos al punto de que “la cabeza de un asno se vendía por 80 piezas de plata”.

Luego, en 301 d.C. hallamos a Diocleciano, quien tal vez fue el primer gobernante de la historia que diseñó y aplicó un (fallido) plan antiinflacionario, ya que este constituye el antecedente más remoto de las estrategias de control de precios. Obviamente, como no podía ser de otra forma, el edicto fracasó debido a que los productos de desaparecieron de los mercados oficiales y fueron a parar a los paralelos.

Si no leyéramos las fechas asociadas a este primer fracaso, en el cual nos referimos a la Antigua Roma, estaríamos pensando en el fallido el control de precios lanzado por el Secretario de Comercio, Roberto Feletti meses atrás (sólo porque tenemos memoria de cortísimo plazo, y el cerebro no puede calcular semejante cifras de fracasos tras fracasos de manera veloz).

De Diocleciano a Feletti: el loop del control de precios que termina en la misma historia

Es por eso por lo que es posible afirmar, como dice el famoso dicho: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. En Argentina podríamos reemplazar el dos por cualquier número y siempre nos quedaríamos cortos.

Con los datos de inflación divulgados esta semana por INDEC, no quedan dudas que estamos ingresando en una dinámica inflacionaria que se está espiralizando: en febrero el IPC subió un 4,7%, muy por encima de lo estimado por los estudios privados, y 0,8 p.p. por encima del mes anterior, mientras que en términos interanuales alcanzó el 52,3%. Lo más catastrófico del resultado fue la suba del rubro Alimentos y Bebidas no Alcohólicas, que se incrementó en un mes un 7,5% (destacándose la suba de 8,4% de frutas y verduras).

Y para colmo de males, como si los ánimos ya no estuvieran lo suficientemente caldeados en la sociedad, el presidente Alberto Fernández (luego de disfrutar de una clase de aquagym) declaró que mañana viernes comienza la “guerra contra la inflación”. Dos palabras muy fuertes en el contexto político mundial.

¿Cómo se prepara Alberto para la “guerra” contra la inflación? Con más de lo mismo: ampliación de controles de precios de bienes y servicios, amenazas de aplicación de leyes de abastecimiento a aquellos productores que no quieran plegarse a su política, suba de retenciones al aceite y la harina de soja (que pasaran de pagar 31% a 33%) y restricción de exportaciones, mayores controles cambiarios… todo lo que no viene funcionando. Asimismo, hay fuertes rumores de una suba de la tasa de interés de política monetaria, pero como siempre, tarde, corriendo a la inflación de atrás.

¿Cómo debería ir Argentina a esa “guerra” si realmente desea ganarla? En primer lugar, es necesario sincerar que la inflación tiene su génesis en la pérdida de disciplina fiscal y monetaria: los grandes déficits del Tesoro Nacional monetizados por el BCRA. Asimismo, urge un reacomodamiento urgente de precios relativos, ya que mientras hay bienes y servicios con precios y tarifas “pisadas”, estos coexisten con los precios del mercado, lo que hace perder a los precios su función de señal de mercado. Si bien suena complejo, es muy claro el faltante de productos con precios máximos o “cuidados” y el excedente de los bienes de mayor precio.

Sin embargo, los niveles actuales de inflación no son comparables con los de la década del ’80 de Argentina e Israel, que en ambos casos devinieron en hiperinflaciones, y se atacaron de distinta manera. En palabras de Manuel Trajtenberg, “si la inflación es tolerable es lo peor que puede ocurrir, porque uno se acostumbra y se desarrollan mecanismos de indexación que hacen a la inflación llevadera. Es como vivir con una enfermedad crónica en la cual no se tienen riesgos de muerte inmediata. En cambio, cuando hay hiperinflación se produce una situación similar a la que genera un trauma después de un accidente muy violento, el cual no se puede tolerar, imponiéndose una medida más radical y urgente”.

Sabiendo el catastrófico resultado que tiene la hiperinflación en el tejido productivo, social y económico, el gobierno debería evitar llegar a este escenario, cuando aún exista algún margen de maniobra.

Para eso es necesario reducir el gasto público (aunque Volnovich incorporó esta semana a más de 200 trabajadores a planta permanente del PAMI)  y los impuestos, a fin de aumentar el ingreso disponible para que el sector productivo incremente la oferta de bienes y genere empleo, declarar la independencia por ley (irrevocable) del BCRA, prohibir el financiamiento monetario del déficit fiscal, liberar todos los precios de la economía y abrirse al mundo eliminando retenciones y aranceles. Todo esto, sin dudas, debe ser acompañado por la privatización de las empresas públicas deficitarias, por reformas laborales que impulsen la creación de empleo y reduzcan la informalidad, y previsionales que hagan a este último sistema sustentable intertemporalmente.

No hay recetas mágicas, pero los países que lograron hacer frente a la inflación no llevaron a cabo políticas muy distintas a las enumeradas, con distintos matices. Sin embargo, darle libertad a las personas, en la maquiavélica mente de los dirigentes populistas, los hará caer de su castillo de naipes y tendrán que volver de alguna manera a la realidad.

El año próximo elegimos presidente, es la oportunidad que tenemos como sociedad para dar un cambio radical y convertirnos en un país más del mundo, o desaparecer del mapa (porque ya no vamos ni camino a Venezuela, que de a poco está “regularizando” su situación económica respecto a Argentina). Como decía Albert Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

Publicado en Visión Liberal el 17 de marzo de 2022

Argentina y el mal de la emisión monetaria: “En la inflación no es que todo vale más sino que el dinero vale menos”

La guerra entre Rusia y Ucrania agregó un escenario de mayor incertidumbre al ya de por sí complejo panorama económico del mundo en general, y de Argentina en particular. Por eso, este viernes dialogamos en Radio Maestra 97.3 con la economista Eliana Scialabba, directora del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI, para intentar arrojar algo de luz sobre temas como el comercio internacional, las monedas, la inflación o el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

La economista explicó que la fuerte caída que ha tenido el rublo en estos días se debe a que una gran cantidad de la población rusa quiere salir del rublo ante las sanciones impuestas por parte de occidente, lo que originó una importante fuga de capitales y crisis cambiaria, en la cual los rusos intentaron ir, en primer término hacia monedas occidentales pero, ante los bloqueos, se inclinaron hacia otros mercados como el Yuan chino o las criptomonedas. “Todo esto ha ocasionado hasta el momento una devaluación del rublo de alrededor del 40%, una caída similar a la que registró el peso argentino tras las PASO”, señaló Scialabba.

Por otra parte, explicó que más allá de las cuestiones geopolíticas y estratégicas del conflicto, desde un punto de vista económico, tiene su raíz en que Ucrania quiere unirse a la Unión Europea para adoptar el Euro, lo que lleva al conflicto con Rusia ya que la Federación Rusa ya no tendría un vecino con una moneda más débil que la suya, sino que tendría que competir con una moneda fuerte como el Euro, lo que sumado a la disputa por zonas estratégicamente importantes desde el punto de vista de la presencia de recursos, principalmente en el sudeste ucraniano, convirtieron a la región en un punto álgido del escenario internacional.

En la última semana se habló mucho de la posibilidad de sacar a Rusia del Mercado Swift. La economista explicó con sencillez que “el mercado Swift es un sistema por donde pasan todas las transferencias de capital del mundo. Todas las cuentas bancarias se encuentran asociadas internacionalmente al sistema Swift. De esta manera, expulsar a Rusia del sistema Swift implicaría dejarla fuera del sistema financiero internacional”. La economista explicó que en Argentina tampoco se puede operar del sistema Swift ya que está bloqueado, en este caso no por un bloqueo internacional sino por una disposición del Banco Central que impide la libre transacción internacional para evitar la salida de dólares (lo que genera el efecto contrario ya que, ante las trabas, la gente siempre busca mercados alternativos ya sean legales o ilegales o “blue”).

Por otra parte, en relación al riesgo país, que ha subido fuertemente en los últimos días, señaló que está muy relacionado con la incertidumbre generada por el acuerdo con el FMI y acuerdos de Argentina con Rusia y con China previos al estallido de la guerra, como la posibilidad de respaldar parte de las reservas internacionales argentinas con una renovación del Swap con China y con un préstamo en rublos.

En relación al tema que más preocupa a los argentinos, la inflación, dejó en claro que ésta tiene que ver con un exceso de emisión monetaria. “El Banco Central sigue emitiendo para financiar déficit fiscal, entonces, cuando sube todo, en realidad no es que te cambia el precio de un bien, sino que el dinero cada vez vale menos. Tenés un exceso de oferta de dinero que vale cada vez menos. Yo siempre digo, en la inflación no es que todo vale más sino que el dinero vale menos”.

En ese sentido estimó que para este año “El piso de la inflación es 50% como corto” y se refirió a la inercia inflacionaria que queda por el exceso de emisión, que se notaría aun si el gobierno dejara de emitir, ya que desde que el Banco Central emite hasta que eso se traslada a los precios hay un “rezago” que lleva a que, aun si se dejara de emitir hoy mismo, tendríamos una inflación anual por arrastre no menor al 30%.

También consideró que bajar o quitar las retenciones a las exportaciones, si bien puede generar una pérdida de recaudación en el corto plazo, que es lo que analiza el actual gobierno, por otro lado daría un montón de reservas internacionales, un montón de actividad y eso generaría una moneda más fuerte. Aunque consideró que nadie quiere pagar los costos políticos.

Consideró también que el acuerdo con el FMI es, en principio, un acuerdo bastante laxo por parte del Fondo: “lo único que veo es que en realidad no cambia nada, es solamente patear la deuda para adelante”.

Por último pronosticó un escenario de mayor incertidumbre y también de mayor inflación a nivel internacional para los próximos años, algo que ya se está observando en el panorama mundial, lo que incrementaría la volatilidad de la economía argentina.

Escuchá la nota completa a continuación: AUDIO

Publicado en Necochea Digital el 5 de marzo de 2022

Caos financiero: el impuesto inflacionario llegó al 4,3 por ciento del PBI en 2021 y fue el más alto en casi dos décadas

La dominancia fiscal es la raíz del desequilibrio monetario y la inflación. (Dibujo: NOVA)

Un reciente informe del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI (CEEAXXI) reveló la preocupante tendencia alcista del impuesto inflacionario en la economía argentina. La directora del organismo y doctora en Economía, Eliana Scialabba, anticipó los resultados de la dominancia fiscal sobre la política del Banco Central.

El impuesto inflacionario alcanzó un nuevo récord histórico en 2021 y representó el 4,3 por ciento del PBI. La cifra resulta exorbitante, si se tiene en consideración que el déficit primario del Sector Público Nacional fue del 3,37 del PBI hacia el mes de diciembre.

La recaudación por emisión monetaria en 2021 fue la más alta desde 2016, cuando había llegado al 3,9 por ciento en el primer año de gestión del ex presidente Mauricio Macri.

El financiamiento monetario del sector público fue la principal herramienta del Gobierno para cubrir sus necesidades. Ante el bajo desarrollo del mercado de crédito local, y ante la pésima posición de Argentina frente a los acreedores internacionales, la expansión de la oferta monetaria sin respaldo se conforma como la única herramienta de la gestión para respaldar el déficit.

El rol entre la política fiscal expansiva y dominante por sobre una política monetaria pasiva, que debe adaptarse a los desequilibrios del sector público y acomodarse a ese propósito, constituye un esquema conocido como “dominancia fiscal” en el cuál se produce la trampa de la estanflación. Este esquema reapareció en la economía argentina tras la salida de la Convertibilidad y anuló el crecimiento económico desde el año 2011.

Pero incluso a pesar de la fuerte expansión de la oferta de dinero, la inflación podría haber llegado a niveles irrisorios de no ser por la política de esterilización y endeudamiento masivo que emprendió el Banco Central en los últimos años. Esta política genera fuertes presiones sobre el ente a largo plazo, cuando se deberá pagar toda la deuda adquirida junto con sus respectivos intereses.

La emisión de “pasivos remunerados” como Pases, Lebacs o Leliq, son formas para absorber pesos de la economía con una renovación recurrente a corto plazo, a cambio de pagar una retribución en intereses que compense la retención del dinero en estos instrumentos por un cierto tiempo.

En la práctica, este sistema funciona como una aspiradora de pesos que ya alcanza a contener a prácticamente otra base monetaria adicional, “atrapada” dentro del BCRA.

Solamente en 2021, el stock de pasivos remunerados creció un 153,7 por ciento interanual contra 2020 y llegó a los 4.729.772 pesos, lo que equivale al 130 de la base monetaria de ese año. La base monetaria creció un 50,7 interanual en 2021, por lo que la política de esterilización evitó una expansión mucho más violenta.

Pero incluso así, la inflación superó el 50 por ciento interanual y la recaudación por impuesto inflacionario llegó a un récord histórico desde la salida de la convertibilidad.

Publicado por Agencia Nova el 21 de febrero de 2022

El impuesto inflacionario llegó al 4,3% del PBI en 2021 y fue el más alto en casi dos décadas

El peso de la recaudación por impuesto inflacionario llegó a un récord histórico en 2021, e incluso fue más que equivalente al déficit fiscal primario del Gobierno nacional. La dominancia fiscal es la raíz del desequilibrio monetario y la inflación.

Un reciente informe del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI (CEEAXXI) reveló la preocupante tendencia alcista del impuesto inflacionario en la economía argentina. La directora del organismo y doctora en Economía, Eliana Scialabba, anticipó los resultados de la dominancia fiscal sobre la política del Banco Central.

El impuesto inflacionario alcanzó un nuevo récord histórico en 2021 y representó el 4,3% del PBI. La cifra resulta exorbitante, si se tiene en consideración que el déficit primario del Sector Público Nacional fue del 3,37% del PBI hacia el mes de diciembre. La recaudación por emisión monetaria en 2021 fue la más alta desde 2016, cuando había llegado al 3,9% en el primer año de gestión del expresidente Mauricio Macri.

El financiamiento monetario del sector público fue la principal herramienta del Gobierno para cubrir sus necesidades. Ante el bajo desarrollo del mercado de crédito local, y ante la pésima posición de Argentina frente a los acreedores internacionales, la expansión de la oferta monetaria sin respaldo se conforma como la única herramienta del Gobierno para respaldar el déficit.  

El rol entre la política fiscal expansiva y dominante por sobre una política monetaria pasiva, que debe adaptarse a los desequilibrios del sector público y acomodarse a ese propósito, constituye un esquema conocido como “dominancia fiscal” en el cuál se produce la trampa de la estanflación. Este esquema reapareció en la economía argentina tras la salida de la Convertibilidad y anuló el crecimiento económico desde el año 2011.

Evolución del impuesto inflacionario entre 2004 y 2021.

Pero incluso a pesar de la fuerte expansión de la oferta de dinero, la inflación podría haber llegado a niveles irrisorios de no ser por la política de esterilización y endeudamiento masivo que emprendió el Banco Central en los últimos años. Esta política genera fuertes presiones sobre el BCRA a largo plazo, cuando se deberá pagar toda la deuda adquirida junto con sus respectivos intereses.

La emisión de “pasivos remunerados” como Pases, Lebacs o Leliq, son formas para absorber pesos de la economía con una renovación recurrente a corto plazo, a cambio de pagar una retribución en intereses que compense la retención del dinero en estos instrumentos por un cierto tiempo. En la práctica, este sistema funciona como una aspiradora de pesos que ya alcanza a contener a prácticamente otra base monetaria adicional, “atrapada” dentro del BCRA.

Solamente en 2021, el stock de pasivos remunerados creció un 153,7% interanual contra 2020 y llegó a los $4.729.772, lo que equivale al 130% de la base monetaria de ese año. La base monetaria creció un 50,7% interanual en 2021, por lo que la política de esterilización evitó una expansión mucho más violenta. Pero incluso así, la inflación superó el 50% interanual y la recaudación por impuesto inflacionario llegó a un récord histórico desde la salida de la Convertibilidad.


Con información del estudio “Impuesto inflacionario, lo que “gana” el Estado con el monopolio de la emisión” por Eliana Scialabba.

Publicado en La Derecha Diario el 21/02/2022