La inflación es un negocio político y la pandemia una buena excusa

La inflación: Un negocio político que recaudará al menos 5,6% del PBI

Un informe para el CEEAXXI de Eliana Scialabba mostró las ventajas del “negocio político” de la
inflación para el Estado, que implica una recaudación del 5,6% del PBI.

Con la emisión monetaria creciendo sin pausa por la asistencia económica a distintos sectores de la economía, la Directora de Relaciones Institucionales del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI, la economista Eliana Scialabba, realizó un informe donde se muestra el impacto inflacionario de esta medida y el beneficio que esta genera al sector público a costa de todos los ciudadanos.

Con la pandemia, el gobierno nacional parece haber encontrado la excusa perfecta para declarar la virtual cesación de pagos y llenar la economía de papeles con cada vez menos valor”, expresó Scialabba y alertó que se está emitiendo “por encima de las necesidades de la economía”. 

Desde el CEEAXXI explican que los déficits del sector público ocupan un rol central en la causa de la inflación en muchos países en desarrollo. “En Argentina se ha convertido en una causa endémica: si analizamos la historia de nuestro país, solo hemos tenido superávit del sector público a partir de 2004, por tres años, debido a que no se contabilizaban los intereses de la deuda en default” y dado el limitado acceso al endeudamiento del país, este mecanismo de financiamiento es “potenciado”: “La monetización de los déficits fiscales constituye el mayor factor de creación monetaria e inflación”.

Agregan, entonces, que la inflación es una es una fuente adicional de ingresos para el gobierno dado que funciona como un impuesto. Este impuesto es la pérdida del valor real del dinero, “se cobra sobre los tenedores de moneda, y en un esquema en el que el BCRA actúa emitiendo una alta proporción de la base monetaria para monetizar los déficits presupuestarios, el gobierno, a través del banco central, se apropia de estos ingresos”. 

Así las cosas, el CEEAXXI realizó distintas proyecciones de la recaudación del impuesto inflacionario por parte del Estado Nacional, estimando niveles de inflación del 40%, 50% y 60% junto con una caída del PBI del 5%.

Sumado a esto, sostuvieron un supuesto “conservador”, que tiene que ver con la emisión monetaria: 2020 finalizaría con un stock de base monetaria por encima de los $3 billones, con un alza nominal del 129%.

Proyectaron, entonces, que, si la inflación se ubica en torno al 45%, los ingresos generados por el Estado en concepto de impuesto inflacionario serán de equivalentes al 4,7% del PBI ($ 1.474.215 millones); en tanto si se ubica alrededor del 50%, este alcanzará los 5% del PBI ($1.638.017 millones) y con una inflación del 60% el gobierno se haría de recursos extraordinarios en torno al 5,6% del PBI ($1.965.620).

Concluyen afirmando que “sin lugar a duda, el impuesto inflacionario posee un efecto distributivo a favor del Estado. Por esta razón, en países con sesgos populistas y clientelares como el nuestro, la inflación es un “negocio político”: dado el carácter regresivo del mismo, ya que la inflación es la misma para todos los niveles de ingreso, permite mantener a los pobres cada vez más pobres, esperando recibir las dadivas del gobierno de turno”.

Publicado el 27/04/2020 en Visión Liberal

https://visionliberal.com.ar/la-inflacion-es-un-negocio-politico-y-la-pandemia-una-buena-excusa/

Un plan de gobierno: lineamientos para salir de la crisis

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UN PLAN DE GOBIERNO
Lineamientos para salir de la crisis

Coordinadores: Adrián Arena y Eliana Scialabba

Introducción

Los argentinos, en las últimas dos décadas, por decisión propia, se han precipitado al abismo del subdesarrollo impulsados por una ideología que concibe al Estado como árbitro de los conflictos sociales, protector de la economía nacional, impulsor de su diversificación y redistribuidor de ingresos en aras de la «justicia social», la «inclusión social» y el «bien común».

Los distintos gobiernos que se han sucedido -kirchnerismo, macrismo y, ahora, «albertismo»- profesan, todos ellos, esa misma ideología y la aplican valiéndose de los mismos instrumentos, con diferentes grados y variaciones, a saber: control del comercio exterior, tipos de cambio múltiples y diferenciales, devaluaciones de la moneda, sustitución de importaciones, precios de referencia, congelamientos de tarifas de servicios públicos, nacionalizaciones de empresas privadas, suspensión de juicios de desalojo y ejecuciones hipotecarias, prohibición de producir despidos o agravamiento de sus consecuencias,  salvatajes de empresas en crisis, subsidios para estimular la producción de ciertos bienes o el consumo de las familias, controles, regulaciones y prohibiciones de la más diversa índole.

Cada nuevo gobierno emite una declaración de emergencia pública derivada de las consecuencias ruinosas heredadas de su antecesor; el Poder Ejecutivo reclama al Congreso de la Nación y obtiene facultades extraordinarias y valiéndose de estas, en el marco de la situación de excepción declarada, inicia un arbitrario proceso de transferencia de ingresos desde los sectores productivos y más competitivos en beneficio de los improductivos, del propio Estado y de individuos que, por decisión propia, no trabajan ni producen, rompe los contratos, incumple con el pago de la deuda pública y produce una megadevaluación «competitiva». Tras ello, se genera artificialmente un proceso ficticio de recuperación económica que se extiende por cierto período de tiempo y, una vez agotado, comienza una etapa de recesión que culmina, inexorablemente, en una gran crisis económica, política y social. Este ciclo es constante y dura más o menos una década y constituye un producto de la ideología intervencionista, estatista, dirigista y autoritaria que atraviesa a los espacios y partidos mayoritarios.

Hay que salirse de la trampa que representan estos regímenes colectivistas y optar por el modelo de nuestra Constitución Nacional transformando a la sociedad cerrada que hoy somos en una sociedad abierta, racional e individualista, crítica y dinámica, plural, diversa y democrática, regida por normas jurídicas y morales, con libertad económica y política.

En este trabajo, trazamos los lineamientos de un conjunto de medidas y políticas que entendemos deberían aplicarse para comenzar a transitar en esa dirección.

Coordinadores de la publicación: Adrián Arena y Eliana Scialabba

Coordinadores de equipos de trabajo: Adrián Arena, Alida Ferreyra Ugalde, Jorge José Lago, Jeremías Morlandi, Eliana Scialabba

Diseño y edición: Lucas Maximiliano Di Dodo

Ver el documento completo aquí

Advierten que el impuesto inflacionario recaudará al menos 5,6% del PBI en 2020

Un informe para el CEEAXXI de Eliana Scialabba mostró las ventajas del «negocio político» de la inflación para el Estado, que implica una recaudación del 5,6% del PBI.

 

Con la emisión monetaria creciendo sin pausa por la asistencia económica a distintos sectores de la economía, la Directora de Relaciones Institucionales del Centro de Estudios Económicos ARGENTINA XXI, la economista Eliana Scialabba, realizó un informe donde se muestra el impacto inflacionario de esta medida y el beneficio que esta genera al sector público a costa de todos los ciudadanos.

«Con la pandemia, el gobierno nacional parece haber encontrado la excusa perfecta para declarar la virtual cesación de pagos y llenar la economía de papeles con cada vez menos valor», expresó Scialabba y alertó que se está emitiendo «por encima de las necesidades de la economía».

Desde el CEEAXXI explican que los déficits del sector público ocupan un rol central en la causa de la inflación en muchos países en desarrollo. «En Argentina se ha convertido en una causa endémica: si analizamos la historia de nuestro país, solo hemos tenido superávit del sector público a partir de 2004, por tres años, debido a que no se contabilizaban los intereses de la deuda en default» y dado el limitado acceso al endeudamiento del país, este mecanismo de financiamiento es «potenciado»: «La monetización de los déficits fiscales constituye el mayor factor de creación monetaria e inflación».

Agregan, entonces, que la inflación es una es una fuente adicional de ingresos para el gobierno dado que funciona como un impuesto. Este impuesto es la pérdida del valor real del dinero, «se cobra sobre los tenedores de moneda, y en un esquema en el que el BCRA actúa emitiendo una alta proporción de la base monetaria para monetizar los déficits presupuestarios, el gobierno, a través del banco central, se apropia de estos ingresos».

Así las cosas, el CEEAXXI realizó distintas proyecciones de la recaudación del impuesto inflacionario por parte del Estado Nacional, estimando niveles de inflación del 40%, 50% y 60% junto con una caída del PBI del 5%. Sumado a esto, sostuvieron un supuesto «conservador», que tiene que ver con la emisión monetaria: 2020 finalizaría con un stock de base monetaria por encima de los $3 billones, con un alza nominal del 129%.

Proyectaron, entonces, que si la inflación se ubica en torno al 45%, los ingresos generados por el Estado en concepto de impuesto inflacionario serán de equivalentes al 4,7% del PBI ($ 1.474.215 millones), en tanto si se ubica alrededor del 50%, este alcanzará los 5% del PBI ($1.638.017 millones) y con una inflación del 60% el gobierno se haría de recursos extraordinarios en torno al 5,6% del PBI ($1.965.620).

Concluyen afirmando que «sin lugar a dudas, el impuesto inflacionario posee un efecto distributivo a favor del Estado. Por esta razón, en países con sesgos populistas y clientelares como el nuestro, la inflación es un “negocio político”: dado el carácter regresivo del mismo, ya que la inflación es la misma para todos los niveles de ingreso, permite mantener a los pobres cada vez más pobres, esperando recibir las dadivas del gobierno de turno».

Publicado en República Económica el 23 de abril de 2020

https://www.republicaeconomica.com/single-post/2020/04/23/Advierten-que-el-impuesto-inflacionario-recaudar%C3%A1-al-menos-56-del-PBI-en-2020

El «negocio político» de la inflación

Inflation is always and everywhere a monetary phenomenon”
Milton Friedman (1963)[1]

  1. INTRODUCCION

En los últimos días hemos visto pasar frente nuestro un sinfín de sucesos negativos en materia económica que en otros momentos nos harían detenernos a pensar en frío hacia dónde vamos.

Sin embargo, con la pandemia del Covid-19 que azota a nivel global, el gobierno nacional parece haber encontrado la excusa perfecta para declarar la virtual cesación de pagos (o al menos retrasarla hasta el 2023, es decir, pasársela al próximo gobierno), llenar la economía de papeles con cada vez menos valor, y, por sobre todas las cosas, coartar nuestras libertades individuales, confinándonos al encierro, sin poder llevar a cabo nuestras actividades productivas, tan necesarias en una economía que se encuentra cayendo en un abismo sin fin.

El objetivo de este documento es analizar, como en el contexto de pandemia, y con una restricción presupuestaria que sólo puede canalizar recursos a través de la monetización del déficit fiscal, el impacto inflacionario de esta medida y el beneficio que esta genera al sector público.

  1. INFLACION E IMPUESTO INFLACIONARIO

Si bien el banco central debe emitir dinero para “acompañar” el crecimiento económico generando señoreaje (Obstfeld, 2012; Buiter, 2007)[2], cuando los gobiernos han sobrepasado los recursos provenientes de impuestos, cuentan con una alternativa a la deuda para financiar los déficits presupuestarios, dado que cuenta con el monopolio de la emisión de dinero, y pueden utilizarlo directamente para cubrir dichos déficits, lo que implica emitir por encima de las necesidades de la economía.

Según Raju (2002)[3], gran parte de la “deuda pública” representa emisión monetaria encubierta. No obstante, la emisión monetaria realizada con la finalidad de financiar los déficits del gobierno es considerada analíticamente equivalente a un impuesto, de aquí la denominación de “impuesto inflacionario”.

Los déficits del sector público ocupan un rol central en la causa de la inflación en muchos países en desarrollo. En Argentina se ha convertido en una causa endémica: si analizamos la historia de nuestro país, solo hemos tenido superávit del sector público a partir de 2004, por tres años, debido a que no se contabilizaban los intereses de la deuda en default.

Por lo tanto, no debe sorprendernos convivir con la inflación. En el resto del mundo no logran comprender el fenómeno inflacionario en nuestro país, dado que es un tema que el mundo ya lo ha resuelto, no hay recetas mágicas, debe dejar de emitirse dinero sin contrapartida de demanda y problema resuelto.

Sin embargo, la posesión del vil metal (o en este caso, la “maquinita” de imprimir billetes) se transforma en una tentación para los gobiernos de turno, mucho más cuando más populista es su sesgo. Además, dado su limitado acceso al endeudamiento interno y externo, este mecanismo de financiamiento es potenciado (Kiguel y Neumeyer, 1989)[4]. En este esquema, la monetización de los déficits fiscales constituye el mayor factor de creación monetaria e inflación.

A pesar del efecto negativo de la inflación sobre los ingresos de los trabajadores y la rentabilidad de las empresas, afectando la inversión, la creación de empleo y el desempeño de largo plazo de la economía; la misma es una fuente adicional de ingresos para el gobierno.

Pero, ¿qué denominamos estrictamente impuesto inflacionario? La emisión monetaria tiene su origen tanto en el crecimiento real de la economía, y, por lo tanto, de la demanda de dinero (señoreaje), como en la inflación (impuesto inflacionario). Entonces este último constituye un aumento de la demanda nominal de dinero en búsqueda de compensar la pérdida del poder adquisitivo del dinero.

Esta pérdida del valor real del dinero se denomina “impuesto inflacionario”. La inflación entonces puede considerarse un impuesto que se cobra sobre los tenedores de moneda, y en un esquema de dominancia fiscal[5] en el que el banco central ha perdido autonomía y actúa emitiendo una alta proporción de la base monetaria para monetizar los déficits presupuestarios, como el prevaleciente en Argentina, el gobierno, a través del banco central, se apropia de estos ingresos.

Por otra parte, el banco central cuando emite dinero fiduciario, genera un rezago entre los receptores del dinero (gobiernos a través de instrumentos de deuda pública) y les permite utilizarlo antes[6] que los efectos del alza de la base monetaria se transformen en inflación.

Asimismo, tal como plantea Bucacos (2003), “el financiamiento monetario del déficit fiscal ha sido un mecanismo utilizado por los gobiernos ya que si  bien no se trata de un instrumento legalmente válido, el impuesto inflacionario no necesita sanción parlamentaria, es de fácil recaudación y los contribuyentes difícilmente pueden escapar de él”[7].

Es importante destacar que este mecanismo de financiamiento vía emisión monetaria tiene un límite, tal como se observa en la Figura 1:

De aquí se desprende que, a niveles bajos de inflación, el impuesto inflacionario se incrementa con la aceleración de la tasa de variación de precios, hasta llegar a un máximo a partir del cual el impuesto inflacionario cae con el incremento de la tasa de inflación (Zambrano Sequin, 2013)[8].

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Este descenso que se verifica en el impuesto inflacionario una vez pasado el máximo es como consecuencia de la reducción de la base de recaudación, es decir, la demanda real de saldos monetarios. Esto se explica, o bien por un incremento en la velocidad de circulación o porque se sustituye la moneda en cuestión como medio de pago (Scialabba, Carpineti, 2013)[9].

  1. POLITICA MONETARIA Y DOMINANCIA FISCAL EN ARGENTINA

Tal como ya mencionamos, Argentina se ha quedado sin fuentes financieras para afrontar el creciente gasto público, que se encuentra presionado por la pandemia del Covid-19.

Se deben destacar algunos puntos importantes: el lunes 20 de abril, el Ministro de Producción, Matías Kulfas, declaró que desde el Estado Nacional estiman que los ingresos adicionales que el Tesoro necesitará para hacer frente a la emergencia económica derivada de la enfermedad se encuentran en torno a los $ 850 millones. Con una recaudación tributaria en caída – debido a la recesión que ya nos azotaba y el parate casi total de la actividad – y los mercados de crédito totalmente cerrados, no queda otra alternativa que suponer que este monto provendrá totalmente de la emisión monetaria.

Sin embargo, si bien la pandemia es la excusa perfecta, cuando revemos los Informes del BCRA, observamos que ya en febrero planteaban que “la política monetaria se lleva adelante en concomitancia con la Ley 27.541 de Solidaridad Social y Reactivación Productiva (Ley de SSyRP) y el Compromiso Argentino para el Desarrollo y la Solidaridad, los cuales buscan estabilizar la macroeconomía y sentar las bases de un desarrollo sostenible”[10]. Esto muestra claramente las intenciones del gobierno de financiarse vía emisión, en un escenario de dominancia fiscal: en este esquema el BCRA ha perdido su política monetaria (una vez más) y se ha transformado (con mayor virulencia, tal como el Covid-19) en un apéndice del Tesoro Nacional.

En este contexto, hemos realizado una serie de estimaciones considerando la evolución de las principales variables macroeconómicas de nuestro país, a fin de ilustrar porque la inflación es un “negocio político”, tal como mencionamos en el título de este informe.

En primer lugar, definimos las variables consideradas, que son: PBI nominal, inflación y expansión de la base monetaria.

  • PBI nominal: lo calculamos proyectando una caída del 5% del PBI real, y considerando distintos escenarios de inflación que mencionamos a continuación. Consideramos que es una proyección de comportamiento del nivel de actividad conservadora, ya que el REM- BCRA del mes de marzo estimaba una caída del 4,7% y en el informe de proyecciones del FMI que se dio a conocer la semana pasada se proyectaba una recesión del 5,7% durante 2020.
  • Inflación: confeccionamos tres escenarios, en base a las proyecciones del REM – BCRA y a las actualizaciones de la emisión monetaria que se monitorea a diario. El dato del REM – BCRA proyectaba una mediana de 45%, con un máximo del 50%, pero el fuerte incremento de la base monetaria de las últimas tres semanas han elevado las previsiones hasta un 60%. Estos son los tres valores que utilizamos para nuestros cálculos.
  • Emisión monetaria: lo calculamos sumando al stock de base monetaria al 16/04/2020 (último dato disponible), los $ 850 millones de recursos adicionales que el Tesoro requerirá al BCRA (sin considerar emisión adicional). Esto implica que 2020 finalizaría con un stock de base monetaria por encima de los $ 3 billones, con un alza nominal del 129% (desde la asunción de Alberto Fernández hasta mediados de abril acumulamos una expansión del 43%).

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En base a estos indicadores, se han estimado los recursos obtenidos por el Estado Nacional, tanto en millones de pesos, como % del PBI.

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Analizando desde 2015, en millones de pesos, se verifica un creciente incremento exorbitante en términos nominales, que implican, entre 2019 y 2020 un alza del 91%, considerando una inflación del 45%; del 112,3%, se estimamos una suba del 50% y del 154,8% si los precios treparan en torno al 60%.

Estos valores se encuentran muy por encima de la inflación, porque se combinan de manera explosiva con la recesión y la acelerada emisión monetaria que observamos en el primer gráfico, sumado a la creciente caída de la demanda de dinero y la huída al dólar, a pesar de las restricciones que operan por la cuarentena obligatoria y demás mecanismos de control sobre el mercado cambiario.

En tanto, cuando analizamos como porcentaje del PBI, se observa que en los tres escenarios analizados, el impuesto inflacionario alcanzará su máximo: por un lado por la suba de la emisión monetaria y la inflación, mientras que por otra parte la recesión reduce parcialmente el PBI nominal.

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Si la inflación se ubica en torno al 45%, los ingresos generados por el Estado en concepto de impuesto inflacionario serán de equivalentes al 4,7% del PBI ($ 1.474.215 millones), en tanto si se ubica alrededor del 50%, este alcanzará los 5% del PBI ($1.638.017 millones) y con una inflación del 60% el gobierno se haría de recursos extraordinarios en torno al 5,6% del PBI ($1.965.620).

  1. CONCLUSIONES

Las personas mantienen dinero por los beneficios que este le proporciona: el más importante es la liquidez. En este contexto, la inexistencia del dinero generaría una pérdida de eficiencia económica. Sin embargo, debe tenerse en cuenta también el costo de oportunidad (o intereses que se dejan de percibir) por mantenerse liquido.

Una primera implicancia de la inflación es que esta genera una pérdida en términos de bienestar, ya que se reduce la liquidez real. Adicionalmente, si el gobierno decide llevar a cabo una política de emisión monetaria (con el consabido efecto que esta tiene sobre el nivel general de precios), lo que está haciendo es desviando recursos del sector privado hacia el sector público, lo que implica una carga extra para estos últimos.

Sin lugar a dudas, el impuesto inflacionario posee un efecto distributivo a favor del Estado. Por esta razón, en países con sesgos populistas y clientelares como el nuestro, la inflación es un “negocio político”: dado el carácter regresivo del mismo, ya que la inflación es la misma para todos los niveles de ingreso, permite mantener a los pobres cada vez más pobres, esperando recibir las dadivas del gobierno de turno.

Además de los efectos distributivos, hay que resaltar que el mismo se recauda en la medida que haya un desequilibrio en el mercado monetario a través de un exceso de oferta de dinero (ya sea por excedente de emisión o por caída de la demanda) y se encuentre por encima del crecimiento económico, es decir, que haya inflación, la cual elimina las funciones básicas del dinero tales como depósito de valor, unidad de medida y de cuenta.

Asimismo, distorsiona los precios relativos de bienes y servicios (más en nuestro caso en el que la divisa estadounidense se encuentra virtualmente anclada, con control de precios sobre una gran variedad de productos y con tarifas de servicios públicos congeladas) y genera una mayor volatilidad de la tasa de interés real, lo que desincentiva el ahorro y la inversión, vitales para que la economía crezca en el largo plazo.

Por último, para dar un cierre en línea con el título del informe, de acuerdo a la evidencia empírica, Yousefi (2012)[11] encuentra evidencia empírica que existe una correlación positiva entre el nivel de corrupción y la tasa de inflación. En un esquema de este tipo, el gobierno explota los ingresos en concepto de señoreaje e impuesto inflacionario para compensar los recursos que se pierden por la existencia de corrupción.

[1] Friedman, M., (1963), “Inflation: Causes and Consequences”. New York: Asia Publishing House.

[2] Obstfeld, M., (2012), “Notes on Seigniorage and Budget Constraints”, Economics 202A, Fall 2012, Berkeley University.

Buiter, W., (2007), “Seigniorage”, Economics – Open Assessment E-Journal, N°2007-10, July.

[3] Raju, S., (2002), “Government Revenue from Seigniorage and Inflation Tax: an Estimate for India, 1952-2000”, Journal of Indian School of Political Economy, April- June 2002.

[4] Kiguel, M., Neumeyer, P., (1989), “Inflation  and Seigniorage in Argentina”, Country Economics Department, The World Bank, October 1989, WPS 289.

[5] Si bien la política monetaria debería ser autónoma para mantener estable el valor de la moneda y así cumplir los objetivos de la Carta Orgánica del BCRA, en un esquema de “dominancia fiscal” la autoridad monetaria pierde grados de libertad, ya que emite de acuerdo a las necesidades financieras del Tesoro.

[6] Existe un rezago de entre 12 y 18 meses de transmisión del incremento de la emisión monetaria al nivel de precios. A medida que se incrementa la tasa de inflación, este período se va acortando, y la transmisión se va acelerando.

[7] Bucacos, E., (2003), “El financiamiento inflacionario del déficit fiscal”, Documento de trabajo 01/2003, Área de Investigaciones Económicas. Banco Central de Uruguay.

[8] Zambrano Sequin, L., (2013), “Gestión fiscal, señoreaje e impuesto inflacionario en Venezuela”, Academia Nacional de Ciencias Economicas, Coloquio Alberto Adriani, Caracas, junio de 2013.

[9] Scialabba, E., Carpineti, M., “Señoreaje e Impuesto Inflacionario en Argentina 2003 – 2012”. Octubre de 2013. Mimeo.

[10] BCRA, (2020), “Informe de Política Monetaria – Febrero 2020”, http://www.bcra.gob.ar/Pdfs/PoliticaMonetaria/IPOM0220.pdf

[11] Yousefi, H., (2012), “Corruption and Seigniorage”, Warwick-Mysore Workshop Governance and Political Economy, December 17-18, 2012.

Publicado en CEEAXXI el 22 de abril de 2020

https://www.ceeaxxi.org/post/el-negocio-pol%C3%ADtico-de-la-inflaci%C3%B3n

Fino equilibrio e insolvencia en un esquema de dominancia fiscal

INTRODUCCION

El plan del nuevo gobierno para la estabilización de la actividad económica tenía, ya desde su génesis, una trayectoria de equilibrio inestable, tanto desde el punto de vista real como monetario.

Con la utilización de la capacidad instalada de la industria a diciembre de 2019  en el 56,9%, el Tesoro Nacional pretendía, mediante un shock de demanda (sumado al endurecimiento del cepo cambiario y el control de precios), poner a trabajar el denominado multiplicador “keynesiano”, a través de la implementación de una política fiscal mixta:

  • Contractiva para los sectores de mayores niveles de ingresos, los cuales según esta visión canalizan el exceso de recursos al ahorro, mediante la suba de impuestos.
  • Expansiva para los grupos de menores ingresos, los cuales destinan mayor proporción de sus recursos al consumo, vía aumento de las transferencias monetarias y en especie.

Detrás de esta visión subyace la idea que el ahorro “quita” recursos de circulación de la economía, razón por la cual el Estado debe intervenir para “transferir” esos ingresos “ociosos” al consumo, y este, vía multiplicador, impulsará la demanda agregada y la producción. Lo que en macroeconomía keynesiana se denomina “paradoja del ahorro”.

Hay que destacar que esta visión es errónea, ya que no considera la dinámica intertemporal de los ingresos: explicado brevemente, un exceso de recursos en el presente implica un mayor nivel de consumo o inversión en futuro, con la consecuente expansión del stock de capital y el nivel de producción, sin presiones sobre el nivel de precios.

En este escenario, se plantearán algunos de los lineamientos principales del plan llevado a cabo por el gobierno, y los escenarios a los que se enfrenta la economía en términos fiscales, analizados desde el punto de vista de los recursos disponibles, y las condiciones de solvencia que permitan tener algún margen para renegociar la deuda pública con los acreedores.

EL “PLAN” DE FF

El mencionado shock de demanda, pretendía financiado con dos fuentes. Una es, como se mencionó, el incremento de impuestos. Vale citar, entre otras medidas, la eliminación del tope de derecho de exportación de $4 por dólar exportado, quedando en vigencia una alícuota del 12% y 30% a la soja; la suba del impuesto a los bienes personales del 0,50% a 1,25% según el excedente de patrimonio (con una duplicación de la alícuota a 2,50% para activos radicados en el exterior); el aumento al doble del impuesto al retiro de dinero en efectivo de las entidades financieras para las grandes empresas que deberán tributar 0,6% adicional y la implementación del impuesto PAIS (conocido como dólar “solidario”), en el cual se estableció por un plazo de hasta 5 años un impuesto del 30% a la compra de moneda extranjera, manteniendo la restricción de límite máximo de compra de USD 200 mensuales (este último, además de generar recursos al Tesoro Nacional, también tenía como objetivo amortiguar la corrida contra el peso).

Por otra parte, dado que el sector público se encuentra técnicamente en default, y eso le imposibilita tomar deuda, el recurso remanente con el que cuenta el Tesoro para monetizar el déficit es la emisión monetaria.

Gráfico 1: Stock de base monetaria – en millones de pesos01

Fuente: CEEAXXI en base a BCRA

Así, durante el primer trimestre del año, la velocidad de expansión de la base monetaria (neta de Leliqs) se aceleró, incrementándose en marzo un 43,2% interanual, acumulando un stock de $1.882.481 millones, frente al saldo $1.314.388 millones a fines de marzo de 2019.

De haber sido factible, si la economía funcionara en un contexto keynesiano este “plan” dependía de una reacción rápida de la producción, frente a este shock de demanda, la cual, a su vez, hacia necesaria la existencia de una fuerte credibilidad, cuestión que el elevado nivel de déficit fiscal y la política monetaria no parecían brindar. 

Sin embargo, la evidencia empírica se encuentra a nuestro favor, y como mencionamos al inicio, este tipo de medidas nunca han tenido éxito más allá de generar algún “veranito”, dado que las economías funcionan en contextos mucho más complejos que los supuestos en el marco keynesiano, en el que las cuestiones de índole institucional tienen un peso considerable.

COVID-19: ¿UN CISNE NEGRO O LA EXCUSA PERFECTA PARA JUSTIFICAR LA INSOLVENCIA?

Desde el gobierno culpan a la pandemia del Covid-19, como un “cisne negro” que  contrarrestó fuertemente el intento reactivar la economía a través de shock de demanda, y terminó de fulminar las expectativas de recuperación que se pretendían reforzar inútilmente desde la gestión de Fernández.

Sin embargo, tal como se observa en el cuadro, el problema viene desde antes de marzo, mes en el que el Covid-19 nos obligó a entrar en cuarentena. Se destaca la monetización del déficit fiscal vía recursos monetarios, entrando nuevamente en lo que se denomina un esquema de dominancia fiscal, lo que complica aún más el panorama macroeconómico, ya que el banco central pierde autonomía de emisión y la política monetaria se vuelve totalmente pasiva, y se pone al servicio de las necesidades financieras del Tesoro Nacional.

En simultáneo, el gobierno se encuentra renegociación de la deuda gubernamental con el FMI y los acreedores privados. Un punto importante aquí es que para que la deuda pública sea sostenible a lo largo de tiempo son necesarias una serie de condiciones, que a la fecha parecen difíciles (sino imposibles) de alcanzar.

Cuadro 1: Factores de explicación de la base monetaria – Variaciones mensuales en millones de pesos02

Fuente: CEEAXXI en base a BCRA

Independientemente del stock de deuda, la deuda pública es sostenible si el crecimiento económico supera al nivel de tasas de interés. Es decir que mientras la economía crezca por encima del costo del capital, esto permite reducir el stock de deuda respecto del PBI. O sea, que de tener altas tasas de crecimiento, no existe problema en seguir endeudándose, dado que se estarán generando recursos genuinos, por arriba de los necesarios para pagar los servicios de los préstamos.

Sin embargo, actualmente Argentina enfrenta una de las peores recesiones económicas, comparables con la de 2001-2002, con un crecimiento negativo del PBI proyectado en más del 2% (pudiendo empeorarse el resultado si se extiende durante varios meses la pandemia), lo que hace que casi cualquier nivel de stock de deuda pública sea insostenible, por más quita que se consiga con los acreedores internacionales.

Luego es imprescindible mirar los recursos tradicionales del gobierno: el resultado fiscal y el señoreaje.

Las proyecciones indican que el resultado fiscal luego de los esfuerzos extraordinarios por la situación de emergencia para contener la situación social crítica de aquellas empresas y cuentapropistas que no facturarán durante la cuarentena obligatoria, oscilaría cerca del 4% del PBI en términos primarios, es decir, sin los intereses de la deuda pública.

Esto implica que se requerirá financiar de alguna manera ese bache fiscal. El último recursos mediante el que debe financiarse el Tesoro es sometiendo la política monetaria a la fiscal (esquema de dominancia fiscal) y recaudar lo máximo posible en concepto por señoreaje.

Ahora bien, este recurso tiene sus límites, y se encuentra en la demanda de dinero, ya que si el público empieza a desprenderse cada vez más rápido de los pesos, el impuesto inflacionario continuará reduciéndose, y no sólo se generará más inflación, sino que además los recursos reales del gobierno también se verán deteriorados por el denominado efecto Olivera-Tanzi, que muestra que la existencia de un rezago entre la retención del impuesto y la recaudación y percepción por parte del fisco, lo que genera una pérdida de valor en términos reales. En resumen, un círculo vicioso del que no se ve salida en el corto y mediano plazo.

CONSIDERACIONES FINALES

El escenario económico es de difícil corrección, dado que política fiscal procíclica,  es decir el ajuste fiscal de la magnitud necesaria en pleno ciclo recesivo será de un costo político extremo, que nadie quiere pagar, menos en un escenario tan delicado como el actual.

Asimismo, debe destacarse que la imagen política del presidente se encuentra en niveles muy elevados por las medidas adoptadas frente a la crisis del Covid-10, lo que lo deja con un capital político para, una vez pasada la situación, liderar una reforma tributaria que consista en la reducción impositiva (ya lo recomendó la OCDE la semana pasada) y en la simplificación del sistema tributario, permitiendo que más del tercio de la actividad informal pueda acceder a la economía en blanco.

Esto no sólo redundará en beneficios para los hogares y las empresas, sino también para el gobierno, tal como plantea Laffer en su famosa curva, quien mediante la reducción de alícuotas podrá incrementar su base imponible. De esta manera, se producirá una expansión del ingreso y la actividad, generando un shock de oferta, que además permitirá reducir la inflación, y generar un círculo virtuoso de ahorro, inversión y crecimiento de largo plazo.

Publicado en CEEAXXI el 3 de abril de 2020. Coautora con Moro, L.

https://www.ceeaxxi.org/post/fino-equilibrio-e-insolvencia-en-un-esquema-de-dominancia-fiscal

Los principales efectos económicos del COVID-19

INTRODUCCION

Lo que parecía una enfermedad lejana a mediados de diciembre del año pasado, fue declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado miércoles 11 de marzo.

El coronavirus (COVID-19) no sólo ya se encuentra presente en al menos 114 países, sino que también ha contagiado a cerca de 120.000 personas y ha dejado más de 4.200 víctimas fatales (principalmente en China e Italia).

Además de los devastadores efectos sobre la salud de la población mundial, el COVID-19 está provocando pánico en los mercados financieros, los cuales hace más  dos semanas no dejan de desplomarse; fuga masiva de capitales hacia activos seguros y devaluación de las monedas (principalmente emergentes) frente al dólar, lo cual, junto a la caída de los precios del petróleo frente en una “pulseada” entre Arabia Saudita y Rusia, el freno casi total del turismo a nivel mundial y la desaceleración de la actividad económica en un contexto de prevención a fin de evitar la propagación del virus, nos asegura, sin lugar a dudas, una recesión global para los próximos meses del año.

En este escenario, se analizan brevemente los efectos económicos de la pandemia, tanto a nivel mundial, como en la Argentina.

El estudio no podrá cuantificarse de manera exhaustiva, debido a que la situación es reciente, no se tienen en cuenta aún las dimensiones de la misma y la evolución de la misma dependerá de si las autoridades pueden retrasar la propagación del virus a través de restricciones masivas y cuarentenas de personas infectadas, pero se intentarán abordar los principales problemas a los que nos enfrentaremos los próximos meses.

EFECTOS ECONOMICOS

Los efectos económicos de la pandemia del COVID-19 lo analizaremos a través de distintos canales, los cuales, si bien se encuentran interrelacionados, se listan en el siguiente orden, debido a la velocidad de materialización del impacto sobre la economía.

  1. Financiero

En primer lugar se analiza el canal financiero, dado que es el de propagación a mayor velocidad, casi instantánea. Luego que la OMS declarará la pandemia, los mercados globales se hundieron en un “mercado bajista” (bear market), y se estima que los mismos podrían continuar en esa tendencia por un largo tiempo.

Durante la última jornada, el Dow Jones de New York se contrajo un 13% (siendo esta la mayor caída en 32 años), las principales bolsas de Europa cayeron hasta 10%, lo que muestra que el estímulo monetario llevado a cabo por la Reserva Federal no habría surtido el efecto necesario.

Sumado a esto, la caída del precio del petróleo, hasta casi USD 30 / barril, afectado por una guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia, potencia los efectos sobre el resto de los activos, presionando sobre las monedas, principalmente sobre los emergentes.

En medio del desplome mundial, los bonos argentinos exhibieron pérdidas promedio del 7,5% en el Mercado Abierto Electrónico (MAE), y durante la jornada el riesgo país subió un 16%, alcanzando la cifra más alta desde junio de 2005, al ubicarse en los 3.544 puntos básicos. En este escenario, el costo de asegurar la exposición a la deuda argentina (credit default swap – CDS) alcanzó los 8.300 puntos básicos en los swaps a cinco años.

Asimismo, las acciones argentinas se encuentran en mínimos de 11 años. El S&P Merval (medido en dólares), se hundió por debajo de los 300 puntos (lejos de los 1.800 puntos que alcanzó en 2018). Mención especial merece el caso de YPF, cuyo valor se hunde un 67% en lo que va del año, con una deuda de USD 7.600 millones, que quintuplica el valor de mercado de la compañía.

Por último, el dólar alcanzó su máximo en el mercado: subieron tantos las cotizaciones oficiales (mayorista y solidario) como del “blue”, los cuales se ubicaron en torno a los $84,50 promedio durante la última jornada.

  1. Monetario

La Reserva Federal redujo nuevamente la tasa de interés de referencia, recortando 100 puntos básicos y llevándola a cero, a fin de abaratar el crédito y minimizar los efectos sobre el nivel de actividad del coronavirus, seguido del reinicio del quantitative easing (alivio cuantitativo con emisión monetaria a través de la recompra de deuda pública).

En tanto, el Banco de Japón (BoJ) anunció la compra de fondos cotizados en bolsa y otros activos de riesgo y la Banco Central Europeo (ECB) comunicó la compra de hasta USD 132.000 millones adicionales de bonos, aunque no modificaron la tasa de interés.

Es muy importante que en un contexto no sólo de crisis global, sino también de incertidumbre creciente, que los bancos centrales mantengan políticas monetarias laxas dotar de confianza a los mercados, tanto desde el punto de vista de las inversiones, como también de la liquidez.

Sin embargo, los resultados de los mercados financieros en la primera ronda luego a la implementación de la política, muestran que la misma no ha logrado mitigar la incertidumbre global.

Mientras tanto, en Argentina, la “bola de Leliq” alcanzó un nuevo récord a comienzos de marzo, al superar los $ 1,7 billones. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) continuó emitiendo dinero (unos $ 470.000 millones, sin considerar el pago de vencimientos de Leliqs), el cual luego se esterilizó vía Leliqs (a un ritmo de $ 500.000 millones). Sin embargo, el recorte de tasas implica un costo del 35% inferior a los meses en los que la tasa se ubicó en torno al 85%.

  1. Nivel de actividad

Es sabido que una recesión global generará un fuerte descenso de las inversiones y el consumo de los hogares, y vía mercado de trabajo, generará un incremento en el desempleo y un estancamiento de los salarios.

Y el temor al contagio ha llevado casi a paralizar las actividades productivas. Sin embargo, el sector más golpeado sin dudas es el turístico, (las aerolíneas podrían perder hasta USD 113.000 millones en ingresos este año), el cual se encuentra virtualmente paralizado, con vuelos cancelados y fronteras cerradas.

Además, numerosas empresas han pedido a sus empleados que trabajen desde sus casas, y el cierre de fabricas en todo el mundo, principalmente en China e Italia, han generado serias dificultados en las cadenas globales de producción.

A nivel global, el crecimiento de este año a nivel global podría disminuir a la mitad de los proyectado (incluso hasta 1,5%), de acuerdo a estimaciones de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Además, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estimó que el costo de la pandemia podría ascender a USD 2 billones, dependiendo de las acciones de los gobiernos (tanto en prevención, como en mitigación de daños).

A todo este oscuro panorama debe agregarse la caída del precio del petróleo y el derrumbe mencionado de YPF, lo cual, en Argentina, da casi por sepultado el proyecto de Vaca Muerta, en el que el gobierno apostaba todas sus fichas para generar ingresos de divisas.

De esta manera, se profundiza la recesión estimada para 2020, hasta una contracción en torno al 2,7%-3,0%. Y se estima que el paro en la actividad podría generar pérdidas de ingresos de entre USD 1.000 y 1.500 millones diarios.

  1. Sector externo

La incertidumbre por la rápida expansión del coronavirus, sumado al derrumbe de precio del petróleo, generó una caída de los precios de los commodities a niveles mínimos.

En la jornada de ayer, la posición a mayo de la soja se contrajo casi USD10, alcanzando en el mercado de Chicago los USD 301,90 la tonelada y a junio los USD 305,20. Todo esto en un contexto en el que Brasil se apresta a convertirse en el mayor productor mundial de soja, incrementando la oferta, frente a un shock negativo de demanda. En tanto, el maíz posición julio de este año se contrajo casi USD 4 dólares, cotizando la tonelada a USD 141,10; y el trigo diciembre se redujo casi USD 3 y cotizó a USD 189,70.

Si el panorama a nivel mundial en términos de precios se vislumbra preocupante, deben sumarse en el caso de Argentina los efectos internos, derivados de una restricción presupuestaria del Tesoro que no cierra, por la cual ha incrementado la presión impositiva tras la suba del 10% de las retenciones a las exportaciones de la oleaginosa y sus derivados.

Asimismo, además de la caída de los precios y el mayor costo fiscal, debe adicionarse el cierre de las fronteras, que desplomará aún más las alicaídas cantidades.

El menor ingreso de divisas por la vía comercial complica aún más el panorama de la economía argentina en cuanto a su necesidad de generar reservas, dado que la cuenta capital se encuentra virtualmente cerrada frente a una inevitable cesación de pagos. El mundo se encuentra muy complicado, pero Argentina está frente a una situación casi terminal.

  1. Fiscal

La mayoría de los países no cuentan con espacio para relajar sus políticas fiscales. Además, los costos derivados del cese de actividad en términos de ingresos fiscales y las mayores erogaciones relacionadas al mantenimiento de la cadena de suministro y el sistema de salud pública, presionará sobre el ya complejo panorama.

En el caso de Argentina, el caso es aún más crítico, dado que se encuentra en una virtual cesación de pagos. El malestar en los mercados financieros analizado previamente, ocurre en momentos en el que el gobierno busca reestructurar la deuda pública por un monto en torno a los USD 70.000 millones.

La tarea del Tesoro será “titánica”, ya que debe obtener resultados que permitan mostrar una cierta solvencia fiscal a fin de poder renegociar con los acreedores, en un contexto de mayor caída de actividad ligada a la pandemia: en este escenario, el gobierno plantea postergar vencimientos impositivos, reducir algunas alícuotas, lanzar programas de obra pública y empleo.

Sin lugar a dudas, si antes la restricción presupuestaria no cerraba, mucho menos lo hará ahora con más gastos y menos ingresos. De aquí que la “bola de Leliq” haya alcanzado el nivel mencionado, lo cual equivale a 6,5% del PBI, lo que presiona aún más sobre la inflación: sin lugar a dudas la política fiscal domina la monetaria, y la posición del BCRA es cada vez más compleja.

Publicado en CEEAXXI el 17 de marzo de 2020

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